Historia del Caballero del Algoritmo Perdido En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor, pero que en lugar de libros de caballería tenía su casa llena de códigos y algoritmos impresos en papel, los cuales leía con tanto gusto y afición que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer se le secó el cerebelo de manera que vino a perder el juicio, llenándosele la fantasía de todo aquello que leía en los libros de programación, así de encantamientos de datos como de bases relacionales, de estructuras complejas como de algoritmos de ordenación, de bucles infinitos como de recursiones sin fin. Finalmente, del poco dormir y del mucho leer, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció conveniente y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse programador andante, e irse por todo el mundo con sus algoritmos y su ordenador portátil a deshacer entuertos de código, enderezar bases de datos corruptas, socorrer sistemas caídos, amparar servidores en peligro, y ejercitarse en todo aquello que toca y atañe al oficio de la programación andante; con cuya profesión pensaba él coronarse de eterna fama y hacerse famoso en todo el reino de la informática, por sus valientes hechos y poderosos códigos que había de ejecutar en servicio de su amada, a quien puso por nombre Dulcinea del Algoritmo.